"Não abandonar nem por uma hora sequer o trabalho legal. Não acreditar nem um só instante em ilusões constitucionais e «pacíficas». Criar imediatamente em toda a parte e em tudo organizações ou células ilegais para publicar folhetos, etc. Reorganizar-se imediatamente, disciplinada e firmemente em toda a linha."

Lênin em "A situação política"

domingo, 6 de junho de 2010

[** MAOIST_REVOLUTION **] Latin American Maoist parties and groups joint May Day 2010 statement

 

Estimados compa�eros
Enviamos Declaraci�n Conjunta con motivo del primero de mayo
Saludos revolucionarios

Frente Revolucionario del Pueblo �Salvo el poder, todo es ilusi�n! Lenin Email: frmlm_bo@yahoo.com
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�Proletarios de todos los pa�ses, Un�os!

Declaraci�n Conjunta con motivo del 1� de Mayo
�La Revoluci�n Proletaria Mundial, hoy m�s que nunca una necesidad hist�rica!

En 1886, en la alborada del capitalismo industrial norteamericano, cientos de miles de obreros se rebelaron contra la explotaci�n, se rebelaron contra esas relaciones sociales de producci�n que mostraban claros s�ntomas de decadencia y comprobaban la contundente cr�tica marxista a la econom�a pol�tica burguesa. Carlos Marx sosten�a que las crisis son inevitables como inevitable es la rebeli�n, y que esto era manifestaci�n del choque entre las nuevas fuerzas productivas de la sociedad y las viejas relaciones de producci�n y propiedad. El 1� de Mayo de 1886, esas relaciones de producci�n y propiedad que continuamente desataban la anarqu�a en la producci�n, sumadas a la agudizaci�n en las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera; ese heroico d�a, repetimos, fue testigo de una batalla inolvidable para el proletariado mundial.
Cuando en 1886 los obreros de Chicago dieron una justa, tenaz y heroica lucha por las 8 horas de descanso, 8 horas de trabajo y 8 horas de recreaci�n, esta exigencia ya se inscrib�a en las banderas de la clase obrera en muchas partes del planeta donde la industria moderna se encontraba desarrollada.
Ya antes, en 1871, el proletariado de Par�s, frente a la capitulaci�n de la burgues�a francesa frente a Alemania, se subleva y toma el poder. La Comuna de Par�s estableci� por primera vez en la historia el poder proletario que dur� 72 d�as y fue derribado por el ataque m�s feroz y sanguinario de la reacci�n unida de toda Europa. Y cuando muchos se abatieron frente a la derrota, Marx, examinando rigurosamente el proceso, hizo ver el significado profundo y m�s importante para la lucha del proletariado que tuvo en la Comuna de Par�s: la necesidad del partido de la clase, el tipo nuevo de Estado que constituye al dictadura del proletariado y el gran aprendizaje hist�rico de conocer la burgues�a en la reacci�n completa y sacar la lecci�n de la necesidad de conquistar y defender el nuevo poder con las armas.
Despu�s de la derrota de la Comuna siguieron a�os de desarrollo �m�s o menos pac�fico� del capitalismo que dio base a las ilusiones de la v�a parlamentaria y con el paso a su fase monopolista (imperialista) dio origen al oportunismo de tipo revisionista. La lucha entre la l�nea revisionista de transici�n pac�fica y la v�a parlamentaria para el socialismo y la l�nea marxista de la v�a de la violencia revolucionaria condujo obligadamente a una profunda escisi�n en el campo del socialismo. Escisi�n esta, que preparar�a al proletariado para la primera toma triunfante del poder, paso vanguardizado por el proletariado ruso, bajo la direcci�n de Lenin y del Partido Comunista de Rusia (Bolchevique), en 1917.
Con la victoria Bolchevique se comprueba en el terreno de la pol�tica pr�ctica no solamente que la lucha de clases lleva inevitablemente a la dictadura del proletariado sobre sus enemigos de clase, sino que tambi�n, dado el desarrollo del capitalismo como un sistema de opresi�n mundial imperialista, �sta experiencia de dominaci�n pol�tica proletaria adquiere validez universal. Y por ello mismo Lenin y Stalin van a insistir en que la Revoluci�n de Octubre forma parte y sirve a la Revoluci�n Mundial subrayando el car�cter esencialmente internacionalista del quehacer de los comunistas en cada pa�s en particular. Queda establecido por tanto que la dictadura proletaria no es un fen�meno local sino uno de validez universal comprobado. Con esto se asesta un golpe pr�ctico y te�rico contundente a quienes desde fines del siglo XIX y a principios del XX afirmaban la caducidad de la teor�a de Marx en lo que se refer�a a la dictadura proletaria. Quedaba trazado el camino revolucionario para los pa�ses capitalistas.

El imperialismo madur� las condiciones objetivas para la revoluci�n proletaria mundial

Pero Lenin y Stalin se�alaron tambi�n el papel que le cabr�a jugar a las naciones oprimidas por el imperialismo, dijeron que la Revoluci�n Proletaria Mundial ten�a en estos pa�ses una importante reserva. Fue con la Revoluci�n China que se comprendi� mejor el papel del proletariado en los pa�ses coloniales, semicoloniales y semifeudales con un capitalismo sometido al imperialismo (capitalismo burocr�tico). Los comunistas en estas naciones no ten�an que renunciar al internacionalismo proletario, al contrario llevar en dichos pa�ses una lucha nacional contra la opresi�n imperialista, una lucha democr�tica contra la semifeudalidad no era opuesto a la lucha por el socialismo, s�lo constitu�a una etapa que una vez cumplida exig�a avanzar ininterrumpidamente al socialismo. Pero tal como en Rusia en 1917, esta lucha y sus conquistas s�lo pod�an desarrollarse y defenderse mediante la violencia revolucionaria. De esta manera la Revoluci�n Democr�tica y la Revoluci�n Socialista, no obstante el car�cter social distinto de ambas, tienen una misma perspectiva. En este sentido la primera -al decir del presidente Mao Tsetung- proporciona las condiciones para la segunda. Eso s� a partir de la Revoluci�n de Octubre, la Revoluci�n Democr�tica era de nuevo tipo, es decir, dirigida ya no por la vacilante burgues�a sino por el proletariado revolucionario con su partido comunista a la cabeza.
Extend�monos un poco m�s: hacia fines del siglo XIX y principios del XX, en la medida que el reparto del mundo entre los distintos imperialismos se consumaba; que la exportaci�n de capitales y la agresiva penetraci�n imperialista cubr�an los distintos puntos del orbe, se fue forjando tambi�n el proletariado en las colonias y semicolonias. Su origen estaba principalmente en los peones y campesinos sin tierra. El nacimiento del proletariado, aunque escaso num�ricamente, fue un acontecimiento de gran significaci�n hist�rica para nuestros pueblos.
La penetraci�n imperialista impact� nuestras sociedades transform�ndolas de feudales a semifeudales. El tipo de capitalismo que pas� a desenvolverse en nuestros pa�ses fue un capitalismo burocr�tico, es decir un capitalismo estrechamente vinculado a la feudalidad subsistente y servil al imperialismo; esta situaci�n, a su vez, provoc� una profundizaci�n del car�cter colonial y semicolonial de Am�rica Latina, as� como tambi�n en �frica y Asia. Este desarrollo adem�s de actuar en el plano econ�mico tambi�n impact� en la pol�tica y la cultura de nuestros pa�ses, y se sirvi� de �stas para agudizar las nuevas condiciones de subyugaci�n nacional.
Con el desarrollo de la penetraci�n directa del imperialismo en las colonias y semicolonias sudamericanas tambi�n se desarroll� la clase obrera. Efectivamente, el capital imperialista invertido en la extracci�n de nuestras materias primas, capital destinado a explotar fuerza de trabajo en puertos y ciudades, en sectores del agro o en yacimientos mineros, contribuy� a un crecimiento num�rico de los asalariados, pero no tanto como para terminar de barrer con las viejas relaciones sociales y el atraso precapitalistas.
Sin embargo, esta nueva forma de organizaci�n de la producci�n, las nuevas formas de disciplinamiento laboral y sobre todo una nueva forma de explotaci�n del trabajador, en ning�n momento pudo contar con un proletariado sumiso y resignado. Al contrario, estas nuevas relaciones sociales de producci�n encontraron en nuestra naciente clase a un enemigo declarado. Es que exist�a una larga historia de lucha contra la opresi�n tambi�n en Sudam�rica. Expresi�n en un comienzo de la dictadura de terratenientes (m�s tarde, dictadura conjunta con las grandes burgues�as criollas), los viejos Estados, tem�an hist�ricamente a la fuerza de las masas pobres, de los campesinos pobres, de las masas campesinas ind�genas, de los peones, de los esclavos, quienes en numerosas ocasiones, a lo largo de los siglos, se hab�an rebelado. No poco trabajo les hab�a costado controlar y aplastar sangrientamente las revueltas, motines y guerras desenvueltas por las masas populares. As� hab�a sido en el pasado.
Posteriormente, los que nada pose�an -salvo su fuerza de trabajo-; los que para sobrevivir y obtener sus medios de vida necesitaban ponerla en venta a cambio de un salario; en el proceso de irse formando como clase, los que nada ten�an que perder, fueron comprendiendo que en la unidad y la organizaci�n los explotados pod�an convertir su resistencia espont�nea en una poderosa fuerza para enfrentar a sus enemigos de clase. As� fueron naciendo sus organizaciones de lucha y su rebeli�n fue adquiriendo tal grado de desarrollo que los reaccionarios e imperialistas que se disputaban el control de las colonias y semi-colonias, usaron el poder de los viejos Estados para controlar y reprimir a las masas obreras radicalizadas. Todos se aterraban, menos la clase y el pueblo, frente a la posibilidad de una revoluci�n. Como se puede comprender, la clase obrera de nuestro subcontinente irrumpe en la historia en medio de una larga tradici�n de lucha por la tierra de las masas campesinas, y ha estado llamada desde su nacimiento a ponerse a la cabeza del potencial democr�tico y revolucionario de los campesinos pobres.
En esta perspectiva el pujante nacimiento del movimiento obrero Sudamericano en particular, as� como tambi�n en el resto de Latinoam�rica y el mundo; nacimiento del movimiento de los que nada ten�an que perder porque nada ten�an, los pobres, los campesinos, los oprimidos, todos los que sufr�an restricciones para desarrollarse en sus respectivos pa�ses, tuvieron en el proletariado una fuerza de distinto car�cter. Este car�cter estaba dado por la misi�n hist�rica que el proletariado internacional estaba llamado a asumir y cumplir: liberarse a s� mismo y liberar al conjunto de los oprimidos.
Desarrollando heroicas jornadas de lucha, el proletariado firm� con sangre su acta de nacimiento. As� se forj� el movimiento obrero sudamericano. Bajo estas condiciones de feroz represi�n y persecuci�n se puso a la cabeza del resto de los oprimidos.
La demanda de las 8 horas prendi� r�pidamente en toda Am�rica Latina. Base material indudablemente exist�a. R�pidamente tambi�n el movimiento obrero en la costa atl�ntica sudamericana en los puertos, minas y ciudades con naciente industria, comenzaron a escribir esta reivindicaci�n en sus banderas de lucha, lo mismo ocurri� en los pa�ses andinos.
La huelga se extendi� por todas partes, la clase desbordaba y mostraba su potencial revolucionario, la huelga se constitu�a en una de sus herramientas para defender sus intereses y enfrentar a sus enemigos. Pero la lucha econ�mica manifestada en la huelga obrera era insuficiente. Es por ello que cada vez m�s extensas capas del proletariado revolucionario fueron comprendiendo, en medio de la lucha de clases, que la lucha pol�tica, la lucha por conquistar el poder y defenderlo mediante la dictadura, era fundamental para dar con el t�rmino definitivo de sus infames condiciones de vida y trabajo, eran insustituibles para poner fin a la moderna esclavitud asalariada.
El debate al interior del movimiento en torno a qu� camino seguir, va a ser sacudido por un acontecimiento que estremecer� a la opini�n p�blica mundial, sembrando el terror entre las clases dominantes y el j�bilo entre los explotados.

Retomemos la significaci�n de la Revoluci�n de Octubre.

La Revoluci�n Bolchevique de 1917 abri� una Nueva Era

El triunfo en 1917 del proletariado en Rusia jalon� la historia mundial hacia una nueva era, la de la Revoluci�n Proletaria. Tambi�n la historia latinoamericana fue jalonada por este importante acontecimiento.
La clase obrera sudamericana tambi�n sinti� como un triunfo propio la conquista del poder por los suyos en Rusia. Las salvas de la Revoluci�n de Octubre llenaron de renovado �mpetu el coraz�n de los explotados y la palabra bolchevique, que tan despectivamente utilizaban las clases reaccionarias para referirse a todo lo que consideraban pernicioso en el movimiento obrero, se escribi� con trazo indeleble en las altivas frentes proletarias e incluso comenz� a aceptarse con verdadero orgullo hasta por otras capas de la sociedad, especialmente de la juventud.
Esta situaci�n trajo consigo un salto en la maduraci�n del proletariado latinoamericano. Esto signific� un grado mayor en la conciencia pol�tica de los asalariados.
No obstante el apoyo general que la Revoluci�n Bolchevique despert� entre los diversos c�rculos obreros revolucionarios, �sta Revoluci�n renov� la pol�mica en el seno del proletariado conciente y constituy� un punto de referencia en la dif�cil tarea de barrer con las nocivas influencias de las distintas corrientes oportunistas (�izquierda� o derecha) que disputaban la direcci�n del movimiento. Fue en medio de la m�s enconada lucha de clases contra los enemigos de todo ropaje, que el proletariado, dando un salto en su conciencia revolucionaria, constituy� en las d�cadas del 20 y 30 sus Partidos Comunistas.
En la mayor�a de nuestros pa�ses nac�an, as� como en distintos puntos del planeta, los estados mayores revolucionarios; luminosas secciones de la Internacional Comunista fundada por Vladimir Ilich Lenin.
Nuevas batallas se emprendieron en las d�cadas que siguieron. El imperialismo norteamericano, por su parte, consolidaba su dominaci�n desplazando a Inglaterra y Alemania en la disputa por Am�rica Latina. En este mismo periodo (d�cadas del �30, �40 y �50) el capitalismo burocr�tico comenzaba a desarrollarse y profundizarse. Fue tambi�n en estos a�os, particularmente despu�s de 1935, que una l�nea oportunista de derecha comenz� a predominar en los Partidos Comunistas. Una interpretaci�n oportunista de la l�nea de revoluci�n nacional-democr�tica, y de Frente Popular llev� a los Partidos y al proletariado a ponerse a la cola de una u otra fracci�n de la gran burgues�a. El cretinismo parlamentario, el economicismo, el pacifismo, la t�ctica del �mal menor�, la pol�tica de �acumulaci�n parsimoniosa� de fuerzas, fueron postrando a los partidos frente a sus enemigos de clase.
Peor a�n y considerando el car�cter semifeudal de nuestras sociedades, una cuesti�n fundamental para la conquista del poder se hab�a dejado pr�cticamente abandonada o conducido sin perspectiva: el trabajo pol�tico revolucionario entre las masas de campesinos pobres. Entonces, el aislamiento relativo respecto al campesinado, la repercusi�n que esto tuvo en la vacilaci�n respecto al camino a seguir, llev� finalmente que el revisionismo contempor�neo (jruschovismo y sus antecedentes en el browderismo y el tito�smo) sirviera de base te�rica a las tesis oportunistas que ya desenvolv�an parte importante de las direcciones en los Partidos Comunistas suramericanos, especialmente en la d�cada de los �50.

La Revoluci�n China ha tra�do nuevos avances

De forma distinta aconteci� con la lucha de clases en oriente, donde el pueblo -conformado por obreros, campesinos, intelectuales revolucionarios, peque�a burgues�a e incluso sectores de la burgues�a media (burgues�a nacional)- bajo la direcci�n de los comunistas alcanz� la victoria de la Revoluci�n China (Revoluci�n de Nueva Democracia) en 1949, ampliando el campo socialista mundial, llevando con esto al equilibrio de fuerzas entre proletariado y burgues�a, entre socialismo y imperialismo.
La influencia de la Revoluci�n China y del presidente Mao Tsetung, se acrecent� con la lucha contra el revisionismo contempor�neo. Esta nueva manifestaci�n del oportunismo encarnado en la direcci�n del PCUS y de la URSS, este nuevo ataque al marxismo-leninismo, fue tenazmente resistido por los comunistas chinos y albaneses. Esta importante lucha por la defensa de los principios legados por Marx, Engels, Lenin y Stalin repercuti� en todo el mundo. En Sudam�rica gran parte de los Partidos Comunistas vivieron una intensa lucha en su interior. Incluso antes de que se diera a conocer a la opini�n p�blica internacional, algunos comunistas consecuentes ya ven�an denunciando y dando la lucha de l�neas contra las direcciones oportunistas. Con la publicaci�n a mediados de 1963 de la Carta de los 25 Puntos (�Proposici�n acerca de la L�nea General del Movimiento Comunista Internacional�), y por lo tanto, la irrupci�n p�blica de la Gran Pol�mica, los aut�nticos comunistas de todo el mundo y en particular en Sudam�rica, recibieron una contundente base te�rica en su lucha ideol�gica contra las posiciones revisionistas. Pronto, el proletariado revolucionario y sus cuadros m�s esclarecidos se vieron en la tarea de reconstituir los partidos, entrando en un largo proceso que a�n no ha concluido para todos. Uno de los ejemplos m�s importantes y preclaros de esta lucha nos ha sido dado por el Partido Comunista del Per� bajo el liderazgo de Abimael Guzm�n, presidente Gonzalo.
Por otro lado, la desviaci�n hacia la derecha y posteriormente al revisionismo y la capitulaci�n de las direcciones de los Partidos Comunistas sudamericanos, tambi�n debi� coexistir con el desarrollo pol�tico de corrientes demag�gicas que pretend�an defender un supuesto latinoamericanismo, un antiimperialismo peque�o burgu�s fantoche; una supuesta independencia y libertad, ya sea frente, a la �intromisi�n� de la III Internacional, as� como frente al imperialismo yanqui. En este mismo periodo parte importante del movimiento obrero sudamericano, carente de una direcci�n decidida y clara, termin� a la cola de distintas fracciones de las grandes burgues�as. Parte importante de la clase obrera fue enga�ada por los as� llamados �populismos�, que en la pr�ctica representaban a la demagogia fascista o social fascista, al corporativismo y al socialcorporativismo. Incluso aprovech�ndose de los errores en el trabajo campesino por parte de las direcciones oportunistas de los Partidos Comunistas sudamericanos, la gran burgues�a logr� llevar a parte del campesinado a ponerse en contra de la clase obrera.
Frente a toda esta situaci�n constituy� en un comienzo un hecho de gran significaci�n para el movimiento social y revolucionario latinoamericano la Revoluci�n Cubana, alcanzando un gran influjo en Am�rica del Sur, patentiz� a fines de los �50 la violencia revolucionaria como �nica v�a para la liberaci�n del pueblo. Sin embargo, pronto esta revoluci�n detuvo su avance y se puso a la cola del revisionismo contempor�neo y comenz� a desenvolverse como semicolonia del socialimperialismo sovi�tico.

Revisionismo moderno y Revoluci�n Cultural

Otro hecho de mayor trascendencia hist�rico-mundial es el desarrollo durante diez a�os en China de la Gran Revoluci�n Cultural Proletaria (GRCP). Iniciada en 1966, mostr� al mundo entero el camino para librar la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado y durante el periodo de transici�n y construcci�n socialista. Cuesti�n no resuelta en la URSS, as� como en los restantes pa�ses socialistas, en los cuales, la dictadura del proletariado, tras un golpe revisionista, se hab�a transformado en una dictadura burguesa; los gobiernos de democracia socialista, se convirtieron en socialfascistas, y finalmente llevaron, en el caso particular de la patria de Lenin y Stalin, a convertirla en una superpotencia imperialista.
Los aut�nticos comunistas sudamericanos hicieron suyas las banderas de la GRCP propagandizando sus avances en el seno de la clase obrera, el campesinado pobre, los estudiantes y la peque�a burgues�a urbana. No obstante la significaci�n hist�rica de la GRCP, los ataques no se hicieron esperar, esta vez fue el turno del hoxismo (revisionismo del Partido del Trabajo de Albania), que despu�s de 1976 vanamente intentaron combatir el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung, (como se conceb�a a la �poca). Nuevamente el movimiento comunista internacional, y el sudamericano en particular, sufrieron en sus filas una importante escisi�n y deserci�n hacia el campo oportunista a fines de los �70. En la vereda opuesta un pu�ado de comunistas prosigui� cumpliendo con la tarea de la reconstituci�n del Partido Comunista del Per�, e inici�, en mayo de 1980, la Guerra Popular en los Andes. Treinta a�os han transcurrido desde ese imperecedero hito, treinta a�os que han brindado a las masas de campesinos pobres, al proletariado y a los comunistas del mundo, la plasmaci�n de su ideolog�a cient�fica, el marxismo-leninismo-mao�smo, en contundentes hechos armados.
Los comunistas sudamericanos, los marxista-leninistas-mao�stas de la regi�n, reconocemos sin reservas que las salvas de la Guerra Popular en el Per�, han contribuido a los procesos de reconstituci�n de los Partidos Comunistas en nuestros respectivos pa�ses. Estas salvas nos han tra�do el marxismo-leninismo-mao�smo y los aportes de su aplicaci�n al Per�, el pensamiento Gonzalo.

La ofensiva general de la contrarrevoluci�n y la Nueva Gran Ola de la Revoluci�n Mundial

La Revoluci�n Proletaria Mundial ha enfrentado y seguir� enfrentando enemigos poderosos a pesar de que, como en el caso del imperialismo, sean ag�nicos. Esto determina el car�cter prolongado que tendr� la lucha entre revoluci�n y contrarrevoluci�n, polarizando a�n m�s la situaci�n mundial.
En este sentido, el imperialismo yanqui se ha convertido en el mayor opresor contempor�neo y debemos combatirlo con denodado vigor. Pero no es el �nico enemigo de los pueblos del mundo, tambi�n lo es el imperialismo europeo, el ruso, el japon�s, el chino. Todos estos enemigos del proletariado, pueblos y naciones oprimidas llevan en s� mismos el germen de su propia destrucci�n. La rebeli�n se justifica y la contrarrevoluci�n est� condenada al fracaso, todo esto es una necesidad hist�rica.
En la actual crisis econ�mica, la socializaci�n de la producci�n y el relativo desarrollo de las fuerzas productivas por un lado; y por otro, la desfalleciente competencia capitalista, m�s bien, monopolista, han provocado la superabundancia de mercanc�as. Una vez m�s la producci�n se detiene y millones de seres son arrojados a la calle. Esto es la anarqu�a en la producci�n y nuevamente ha quedado en evidencia ante esta nueva crisis. Pero el sistema imperialista mundial ya desde antes viene desenvolvi�ndose dentro de una crisis general irrecuperable que se manifiesta cruelmente en que la profunda pobreza de las masas a nivel mundial es la otra cara de la superabundancia de mercanc�as. Se expresa particularmente cuando el imperialismo yanqui, al desatar la crisis sobre las espaldas de los obreros, no hace otra cosa que frenar el desarrollo de las fuerzas productivas.
Hoy d�a la socializaci�n de la producci�n y el trabajo han alcanzado niveles nunca antes vistos. Al rev�s, la propiedad privada, el capital y la riqueza producida socialmente jam�s hab�an alcanzado tan alto grado de centralizaci�n y concentraci�n en un reducido pu�ado de pa�ses y de sus respectivas burgues�as monopolistas. Por un lado la producci�n es m�s social que en cualquier �poca hist�rica anterior y por otro la apropiaci�n es privada e individual con niveles de concentraci�n desconocidos hasta ahora.
Las relaciones de producci�n imperialista descritas anteriormente, las relaciones de propiedad que estas entra�an, son justamente las causantes de las crisis econ�micas c�clicas y de la crisis general que se viene arrastrando hace d�cadas. Millones de obreros deben sufrir la cesant�a, las malas condiciones de trabajo, los salarios de hambre, las largas y extenuantes jornadas de trabajo. Miles de millones de trabajadores, incluyendo ni�os y mujeres viven en una ominosa situaci�n de esclavitud.
Una reducida gavilla de potencias y superpotencia oprimen a la mayor�a de la poblaci�n mundial. En todo el mundo el imperialismo oprime, directamente o a trav�s de sus lacayos y reaccionarios locales a millones de obreros, a millones de campesinos pobres; cientos de miles de trabajadores independientes deben sufrir todo tipo de restricciones (entre ellos a la burgues�a media). En las semicolonias dominadas por la barbarie imperialista, adem�s de este ominoso sistema de opresi�n internacional, a�n subsisten arcaicas relaciones de producci�n que ya hace siglos la historia decret� como caducas. Es el caso de la semifeudalidad e incluso el esclavismo. Basta una crisis econ�mica, una inundaci�n o un terremoto para dejar al desnudo la costra de crecimiento que quieren promocionarnos como desarrollo.
A�n cuando el imperialismo norteamericano, parasitario y en franca descomposici�n, demostr� que pod�a sobrevivir, esta bestia agonizante lo ha hecho al precio de mostrar a�n m�s su ruta de sangre y horror que se ha plasmado a lo largo de su nefasta historia en guerras imperialistas mundiales, en guerras de opresi�n y rapi�a, en golpes de estados, invasiones, genocidios, escuelas de tortura, o mediante formas no violentas como los cuerpos de paz, las Ong�s, los �intercambios acad�micos�, etc. El imperialismo yanqui se ha vuelto cada vez m�s violento y militarizando, cada vez m�s incluso, con la propia sociedad norteamericana.
Pero la opresi�n engendra rebeli�n. Repetimos, tal como se comprueba d�a a d�a, el imperialismo es explotaci�n y opresi�n para miles de millones de personas, esta situaci�n es la base de la rebeli�n y la resistencia de explotados y oprimidos.
Las rebeliones de masas producidas en los pa�ses imperialistas se van haciendo m�s frecuentes; de esto estamos siendo testigos en las �ltimas d�cadas con la rebeli�n en Los �ngeles, EE.UU., en 1992, con la revuelta de los j�venes en Francia y que se extendi� varias ciudades europeas. Lo mismo aconteci� en Grecia o con el levantamiento de los j�venes en Irlanda del Norte donde incluso la lucha armada, as� como en el Pa�s Vasco, han sido una constante pero han carecido de una direcci�n proletaria, �nica garant�a de llevar adelante la revoluci�n socialista en los pa�ses capitalistas por el camino de la violencia revolucionaria concretada en Guerra Popular hasta establecer la dictadura proletaria y avanzar al comunismo.
As� mismo, las luchas de liberaci�n nacional en Palestina, las guerras de resistencia en Irak y en Afganist�n, la lucha armada en Filipinas, y fundamentalmente la forma m�s alta: las guerras populares en las naciones oprimidas por el imperialismo, como en Per� e India, no son otra cosa que la rebeli�n de las fuerzas productivas contra las podridas relaciones sociales de producci�n imperialistas y contra los resabios semifeudales que mantienen en las semicolonias. La revoluci�n es una necesidad hist�rica y es la tendencia principal de la historia mundial. Esto tambi�n se comprueba d�a a d�a. En pocas palabras, esto se plasma, como dijera Lenin, en las guerras justas contra las guerras injustas.
Vista la situaci�n en su conjunto, las vastas zonas de Asia, �frica y Am�rica Latina contin�an siendo las zonas donde convergen las contradicciones en el mundo contempor�neo y siguen constituyendo los centros de la tempestad de la Revoluci�n Mundial. La revoluci�n democr�tica nacional (revoluci�n democr�tico burguesa de nuevo tipo, dirigida por el proletariado y destinada a establecer una forma particular de dictadura proletaria) es hoy una parte integrante de la revoluci�n proletaria mundial y est� a la cabeza de la nueva gran ola de �sta, tal como lo indicara la Declaraci�n de los 25 puntos hace 47 a�os atr�s. La revoluci�n es la �nica v�a para que el proletariado y las masas oprimidas puedan liberarse y construir un nuevo poder.

Combatir el revisionismo y todo oportunismo implacablemente para liberar la gran energ�a revolucionaria de las masas

Pero la Nueva Gran Ola de la Revoluci�n Proletaria Mundial debe enfrentar viejos peligros pero con ropajes nuevos. D�cadas de oportunismo y economismo han conformado una dura y resistente costra en el movimiento popular que sirve los intereses de una u otra facciones de las grandes burgues�as. Esta costra conforma la base social del revisionismo, el reformismo, el socialfascismo y el socialcorporativismo. En respuesta a los pecados de derechismo del movimiento, el oportunismo de �izquierda�, busca penetrar en los sectores descontentos de la juventud y de la peque�a burgues�a urbana. Todas tendencias que los revolucionarios debemos combatir arduamente en el seno de las masas, �nicas hacedoras de la historia.
Nuevamente han aparecido en el escenario internacional corrientes revisionistas, s�lo que ahora se manifiestan en el seno mismo de los marxista-leninistas-mao�stas. Es el caso de la LOD (L�nea oportunista de derecha, revisionista y capitulacionista) en Per� y sus distintas r�plicas en muchos pa�ses, o el prachandismo en Nepal y sus repercusiones tanto dentro como fuera del MRI (Movimiento Revolucionario Internacionalista).
El avance de la lucha de masas en el subcontinente ha llevado a las clases reaccionarias a formas de gobiernos que no son nuevas en Am�rica Latina. Por ejemplo en Bolivia, Venezuela y Ecuador, los gobiernos reformistas vienen corporativizando el movimiento de masas y de hecho mantienen enga�ado y confundido a una parte importante del pueblo. Esto ya sucedi� en el pasado con gobiernos como el de Vargas en Brasil, Per�n en Argentina, Allende en Chile, Velasco en Per�, Paz Estenssoro en Bolivia, por nombrar algunos. Sin destruir los viejos Estados (dictadura conjunta de terratenientes y gran burgues�a) con guerra popular, sin expulsar al imperialismo, sin derrotar a las clases reaccionarias nada tendr� el pueblo salvo migajas y desilusiones.
Por �ltimo, sin partidos comunistas a la cabeza del proletariado y el pueblo toda conquista ser� ef�mera; s�lo construyendo el nuevo poder mediante la guerra popular sus conquistas podr�n ser defendidas y ampliadas llevando la revoluci�n hasta el fin.
Los comunistas bregamos por un nuevo tipo de movimiento obrero, clasista revolucionario que impulse una efectiva alianza obrera-campesina como base para un frente de todas las clases revolucionarias.
El proletariado revolucionario latinoamericano ha sabido atraerse a las masas de campesinos pobres en el pasado, lo est� haciendo hoy y lo continuar� haciendo.
Este 1� de mayo se nos plantea como una nueva jornada de lucha popular y combativa contra la reacci�n, el imperialismo y las distintas formas de oportunismo. Una jornada de lucha contra el revisionismo, el capitulacionismo y contra el prachandismo.
Solo la Guerra Popular nos librar� de las cadenas del atraso semifeudal, del capitalismo burocr�tico y de nuestra condici�n semicolonial.
Nuestra declaraci�n conjunta vuelve a plantear la necesidad de la unidad del proletariado mundial y en particular el sudamericano. Tiene el significado profundo de que los comunistas, los marxista-leninista-mao�stas tienen ante s� la tarea de ponerse a la cabeza de las masas oprimidas, de obreros y campesinos pobres, llevar sus luchas hacia una nueva etapa tal como lo viene haciendo el movimiento revolucionario en Per� y en la India.
Los distintos reg�menes de Am�rica Latina se han vuelto cada vez m�s reaccionarios golpeando a las masas populares en su incontenible avance. Este avance viene expresando su agudizaci�n en Per� con la Guerra Popular dirigida por el PCP pero adem�s viene manifestando sostenidos avances en las tareas del proletariado sudamericano por reconstituir Partidos Comunistas militarizados.
La crisis general del imperialismo ha puesto a la Revoluci�n Proletaria como la �nica soluci�n de continuidad a nivel mundial. La contradicci�n entre naciones oprimidas e imperialismos (principalmente el norteamericano), sigue siendo la principal. Esto deja al proletariado de las naciones oprimidas ante el reto de dirigir las revoluciones democr�ticas y avanzar ininterrumpidamente hacia el socialismo y nuestra meta inalterable: el comunismo.
En las luminosas trincheras de combate en Per�, India, Filipinas o Turqu�a, justamente ah� donde la terrible, mezquina y salvaje maquinaria represiva enemiga intenta vanamente ensa�arse con nuestros camaradas comunistas combatientes y doblegar la moral revolucionaria, decimos con m�s fuerza que nunca, nuestras voces no ser�n jam�s apagadas.
Ah� donde de la boca del fusil nace lo nuevo; ah� donde paso a paso se construye el nuevo poder o se prepara el inicio de la lucha armada y el desarrollo de la Guerra Popular y se destruye parte por parte al viejo Estado; ah�, justamente ah� donde un comunista necesariamente se une a otro y marchan juntos delante de los oprimidos en un solo torrente de violencia revolucionaria, unidos en una sola voz entonando su himno, La Internacional, es precisamente ah�, donde comienza a despuntar un nuevo amanecer que ya en 1871 o un 1� de Mayo en 1886 el proletariado reg� con su sangre inextinguible.
Muchos manifiestos se han escrito con motivo del 1� de mayo, el oportunismo y todos nuestros enemigos de clase han intentado convertir esta fecha en una rutina f�til, un rito vacuo y somnoliento, pero el proletariado conciente responde enarbolando su bandera roja, aquella antorcha que ilumina el camino hacia el cumplimiento de su misi�n hist�rica.
El porvenir de Am�rica Latina descansa sobre los hombros del proletariado y en su m�s seguro aliado, el campesinado pobre, unidos conformar�n una alianza indestructible que permitir� unir en torno suyo a las restantes clases y capas revolucionarias de la poblaci�n.

�VIVA EL PROLETARIADO INTERNACIONAL!

�VIVA LA GUERRA POPULAR EN PERU Y LA INDIA!

�ABAJO EL IMPERIALISMO YANQUI!

�POR UN PRIMERO DE MAYO ROJO Y COMBATIVO!

� PARTIDO COMUNISTA DO BRASIL FRA��O VERMELHA � P.C.B. (FV)
� FRENTE REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO (MARXISTA-LENINISTA-MAO�STA) BOLIVIA.
� UNI�N DE REVOLUCIONARIOS COMUNISTAS (MLM) CHILE
� PARTIDO COMUNISTA DEL ECUADOR SOL-ROJO


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